Martín la miró por última vez antes de desaparecer. Cogió su pequeña bolsa y emprendió su viaje a ninguna parte. No sabía a donde iba a ir ni cuanto tardaría en llegar hasta ese sitio. Puede que tardase toda una vida. ¿Quién sabe?
Recuerdos y canciones eran su única compañía. Cientos de coches pasaron a su alrededor pero ninguno paró. Martín tampoco hizo el amago de parar ninguno. Prefería caminar. Su búsqueda tenía que ser a pie. Sentir, vivir, morir… eso es en resumen la vida, y él tenía que continuar.
El viento fue erosionando su rostro. Más tarde la lluvia lo azotaba mientras él continuaba sin rumbo. En los charcos creyó ver a alguien junto a su reflejo pero no eran más que paranoias. Una y otra vez se iba repitiendo el estribillo de esa canción que lo acompañaba desde hacía tiempo.
Día tras día continuó por esa senda, sin encontrar aquello que lo apaciguase. Muchas noches cubrieron su cielo, cientos de amaneceres y atardeceres fueron contemplados por sus ojos enramados mientras fueron apareciendo diferentes figuras que atravesaba con su lento caminar. Parecían reales, algunas eran conocidas, otras no se sabe.
Al final de una curva se encontró de nuevo con otra figura. Poco a poco se iba acercando pero esta vez no la logró atravesar. Chocaron y cayeron al suelo. Los dos se miraron. Martín no sabía que hacer ni que estaba sucediendo. Ella le miró y sonriendo se apoyó en su rodilla para levantarse. Después extendió su mano hacia él. Martín tardó en reaccionar unos breves segundos que para él fueron horas. Por fin lo hizo. Se quedó frente a ella mirándola.
De repente esa figura desconocida y aparentemente real comenzó a cantar la canción que llevaba tiempo en la cabeza de Martín. Tras acabar de hacerlo, le miró y le preguntó si sabía cómo se llamaba la canción. Él se quedó pensativo y respondió: – Creo que no la he oído en mi vida. ¿Conoces más?
A pesar de la pinta de languido y de mingafria…se ve ke Martin es todo un jugón…buena foto señor Oliva…
Gracias Mr. Txutxo.
Las interpretaciones son subjetivas jeje.